CONTRA LA LECTURA, de Mikita Brottman
Lo primero que llama la
atención es que el título sea diferente en la versión española
que en la versión original en inglés. En castellano se titula “Contra la
lectura” mientras que en la versión original el título es “The Solitary Vice. Against Reading”. Quizá el editor español
consideró que “El vicio solitario”, no era el título más adecuado.
Y es que efectivamente el
título original sí hace referencia a lo que estamos pensando. La
autora compara la lectura con la masturbación, porque tienen mucho
en común: las dos actividades se practican en solitario, en privado,
a menudo en la cama antes de dormir, las dos son placenteras y pueden llegar a ser
adictivas, descubiertas por uno mismo, o introducidas por otros-
normalmente en la escuela-, etcétera.
Pero evidentemente el
libro no es un estudio comparativo entre el onanismo y la lectura, ni
tampoco es un ataque contra la lectura. Todo lo contrario, es una
reflexión personal sobre cómo y qué leer. El problema actual para Brottman no es
que se lea menos sino que, perdidos en la sobreabundancia de
publicaciones, cada vez es más difícil discernir qué leer y qué
dejar pasar.
La lectura no siempre es
una actividad virtuosa ni siempre ha estado bien vista. Ya Sócrates
decía que nada se podía aprender realmente de los libros, porque el
verdadero aprendizaje se conseguía con la experiencia. Así que
Brottman se pregunta por qué leemos. Las respuestas son casi
infinitas: algunos leemos por placer, o por adquirir conocimientos, por hábito o porque no nos queda más remedio, por necesidad, por
pereza o, más a menudo de lo que nos creemos, por ningún motivo en
particular.
Lo que la autora no
buscaba cuando leía siendo una adolescente era que la lectura fuese
una ventana al mundo, sino todo lo contrario, una distracción. No
quería encontrarse a sí misma en los libros, sino todo lo
contrario, encontrar a los demás. En su caso, la lectura
excesiva incluso le resultó perjudicial: no socializó, no aprendió
a tener contacto con otros. Su vida interior era muy rica, pero ahí
permaneció, únicamente dentro de ella misma.
Brottman critica la
existencia de listas de obras que uno debería leer por obligación.
Arremete contra la obligatoriedad de leer algunos clásicos, que
dificílmente pueden ser entendidos hoy (incluye “El Quijote” entre
ellos), y defiende que solo habría que leer por placer.
También arremete contra
la idea de que leer signifique solo leer "ficción". Defiende que hay
otros géneros que son más útiles: las biografías, los estudios clínicos de casos, …. Y leer sobre
las vidas de otros: cotillear sobre las vicisitudes de los demás es
una actividad tan antigua como los orígenes de la escritura. Plutarco ya marcó el camino con su “Vidas de los nobles griegos y
romanos”. Seguir la vida de los famosos puede ser el
equivalente actual a seguir la vida de los personajes arquetípicos
sobre los que escribían Sófocles o Virgilio.
La autora nos avisa de
que muchos de nosotros, de manera automática e incluso de forma
inconsciente, asociamos un alto nivel cultural con un alto nivel de
desarrollo mental y capacidad de empatía y autoconocimiento. Pero
eso no tiene por qué ser así. Nos olvidamos, dice Brottman, de que un autor puede ser muy bueno
contando historias, pero esa es una habilidad muy poco práctica en la vida y
que apenas tiene valor fuera del propio texto. Es más, muchas veces
las mejores piezas, continua Brottman, son escritas por "malas" personas: es innegable el vínculo que existe entre la locura y la
creatividad.
Lo que la ficción sí
que puede hacer por nosotros es golpearnos de una manera que no es graciosa ni espectacular, pero que es absolutamente
necesaria para recordarnos que hay gente infeliz y que no importa lo
feliz que uno pueda ser, tarde o temprano nos llegarán problemas, a nosotros igual que a todo el mundo.
La literatura puede
ayudar, asegura Brottman, a reconfigurar nuestra percepción del propio yo, a escribir
nuestra propia historia y a pensar en profundidad sobre las
consecuencias morales y éticas de nuestro comportamiento. O lo que
es lo mismo, a transformarnos de una manera lenta, dolorosa e
irreversible.
BROTTMAN, M. (2008) The Solitary Vice. Against Reading. Counterpoint. Berkley, California.
José Ignacio
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