viernes, 12 de octubre de 2018

CONTRA LA LECTURA


CONTRA LA LECTURA, de Mikita Brottman




Lo primero que llama la atención es que el título sea diferente en la versión española que en la versión original en inglés. En castellano se titula “Contra la lectura” mientras que en la versión original el título es “The Solitary Vice. Against Reading”. Quizá el editor español consideró que  “El vicio solitario”, no era el título más adecuado.

Y es que efectivamente el título original sí hace referencia a lo que estamos pensando. La autora compara la lectura con la masturbación, porque tienen mucho en común: las dos actividades se practican en solitario, en privado, a menudo en la cama antes de dormir, las dos son placenteras y pueden llegar a ser adictivas, descubiertas por uno mismo, o introducidas por otros- normalmente en la escuela-, etcétera.

Pero evidentemente el libro no es un estudio comparativo entre el onanismo y la lectura, ni tampoco es un ataque contra la lectura. Todo lo contrario, es una reflexión personal sobre cómo y qué leer. El problema actual para Brottman no es que se lea menos sino que, perdidos en la sobreabundancia de publicaciones, cada vez es más difícil discernir qué leer y qué dejar pasar.

La lectura no siempre es una actividad virtuosa ni siempre ha estado bien vista. Ya Sócrates decía que nada se podía aprender realmente de los libros, porque el verdadero aprendizaje se conseguía con la experiencia. Así que Brottman se pregunta por qué leemos. Las respuestas son casi infinitas: algunos leemos por placer, o por adquirir conocimientos, por hábito o porque no nos queda más remedio, por necesidad, por pereza o, más a menudo de lo que nos creemos, por ningún motivo en particular.

Lo que la autora no buscaba cuando leía siendo una adolescente era que la lectura fuese una ventana al mundo, sino todo lo contrario, una distracción. No quería encontrarse a sí misma en los libros, sino todo lo contrario, encontrar a los demás. En su caso, la lectura excesiva incluso le resultó perjudicial: no socializó, no aprendió a tener contacto con otros. Su vida interior era muy rica, pero ahí permaneció, únicamente dentro de ella misma.

Brottman critica la existencia de listas de obras que uno debería leer por obligación. Arremete contra la obligatoriedad de leer algunos clásicos, que dificílmente pueden ser entendidos hoy (incluye “El Quijote” entre ellos), y defiende que solo habría que leer por placer.

También arremete contra la idea de que leer signifique solo leer "ficción". Defiende que hay otros géneros que son más útiles: las biografías, los estudios clínicos de casos, …. Y leer sobre las vidas de otros: cotillear sobre las vicisitudes de los demás es una actividad tan antigua como los orígenes de la escritura. Plutarco ya marcó el camino con su “Vidas de los nobles griegos y romanos”. Seguir la vida de los famosos puede ser el equivalente actual a seguir la vida de los personajes arquetípicos sobre los que escribían Sófocles o Virgilio.

La autora nos avisa de que muchos de nosotros, de manera automática e incluso de forma inconsciente, asociamos un alto nivel cultural con un alto nivel de desarrollo mental y capacidad de empatía y autoconocimiento. Pero eso no tiene por qué ser así. Nos olvidamos, dice Brottman, de que un autor puede ser muy bueno contando historias, pero esa es una habilidad muy poco práctica en la vida y que apenas tiene valor fuera del propio texto. Es más, muchas veces las mejores piezas, continua Brottman, son escritas por "malas" personas: es innegable el vínculo que existe entre la locura y la creatividad.

Lo que la ficción sí que puede hacer por nosotros es golpearnos de una manera que no es graciosa ni espectacular, pero que es absolutamente necesaria para recordarnos que hay gente infeliz y que no importa lo feliz que uno pueda ser, tarde o temprano nos llegarán problemas, a nosotros igual que a todo el mundo.

La literatura puede ayudar, asegura Brottman, a reconfigurar nuestra percepción del propio yo, a escribir nuestra propia historia y a pensar en profundidad sobre las consecuencias morales y éticas de nuestro comportamiento. O lo que es lo mismo, a transformarnos de una manera lenta, dolorosa e irreversible.

BROTTMAN, M. (2008) The Solitary Vice. Against Reading. Counterpoint. Berkley, California.

José Ignacio